Hace unos años leí una publicación que decía: "Los niños nacidos hoy nunca aprenderán a manejar". La frase se quedó dando vueltas en mi cabeza, porque desde que tengo memoria siempre he estado manejando algo: karts, cuadraciclos, bicicletas… cualquier cosa con ruedas. Manejar es mi pasión, y no puedo imaginar un mundo sin esa conexión. Pero, siendo honestos, puede que llegue ese día. Es una realidad que cada vez más jóvenes postergan sacar su licencia porque están cómodos con Uber y otras opciones. Además, los avances en carros autónomos están cambiando el juego de manera radical. Waymo, de Google, ya ha recorrido miles de kilómetros sin chofer, y cada vez más ciudades ven autos autónomos circulando por sus calles. Tiene sentido, ¿no? Al fin y al cabo, los carros pasan más del 80% de su tiempo parqueados. Sin embargo, hay otra realidad: la gente sigue comprando más carros. La tecnología avanza, pero el cambio todavía no se refleja en las ventas. Pensando en todo esto, no puedo evitar recordar a uno de mis grandes héroes: Ayrton Senna. (Y sí, acaba de salir una serie en Netflix. ¡Véanla!) Él no solo manejaba, vivía para empujar los límites. Senna es el mejor ejemplo de alguien que convirtió su pasión en una forma de vida. En la pista, siempre iba al límite, pero nunca perdía su humanidad ni su propósito. Era agresivo, calculador, pero también profundamente humano. Tengo pocos recuerdos de sus carreras, ya que era muy pequeño y mi memoria no es la mejor, pero he podido revivir sus mejores momentos a través de videos, documentales y ahora su serie. Una de las cosas que más admiro de Senna es cómo brillaba bajo presión. Mónaco 1984 es un ejemplo perfecto: con un carro inferior al resto, manejó bajo lluvia torrencial y estuvo a punto de ganar, dejando claro que en esas condiciones difíciles es donde los verdaderos pilotos demuestran quiénes son. Mientras otros pilotos luchaban por mantener sus carros en la pista, él parecía tener un control sobrenatural. En la vida, como en las carreras, las condiciones difíciles no son un obstáculo, son una oportunidad para sobresalir. Senna también era un maestro en encontrar ventajas donde nadie más las veía. En la Fórmula 3, su equipo usó cinta adhesiva para cubrir la entrada de aire del radiador, permitiendo que el aceite del motor se calentara más rápido y dándole una ventaja crucial en las primeras vueltas. Esa atención al detalle, esa búsqueda por mejorar incluso lo más pequeño, es algo que podemos aplicar a cualquier cosa en la vida. A veces no se trata de cambiar todo el motor, sino de encontrar pequeños ajustes que hagan una gran diferencia. Es ahí donde cada persona de un equipo y cada pequeña victoria cuentan para lograr lo imposible. Por supuesto, Senna no era perfecto. En 1988, liderando con amplia ventaja el Gran Premio de Mónaco, cometió un error y chocó en la curva antes del túnel. Él describió esas vueltas como estar en una "dimensión desconocida", y sobrepasó el límite. Fue un golpe duro, pero Senna no se quedó lamentándose: regresó más fuerte y ganó el campeonato ese mismo año. Ese es el verdadero aprendizaje: no importa cuántas veces choques en el túnel, lo importante es cómo vuelves a la pista. Pero no solo era un piloto excepcional, también era una persona profundamente humana. En 1992, durante la clasificación del Gran Premio de Bélgica, detuvo su carro para asistir a Érik Comas, quien había sufrido un grave accidente. Senna puso la seguridad del otro piloto por encima de todo lo demás. Ese acto, como tantos otros en su carrera, demostró que su grandeza no estaba solo en su habilidad al volante. Su integridad también lo definió. En 1989, tras una polémica descalificación que le costó el campeonato mundial, Senna denunció públicamente lo que consideraba una injusticia. La FIA lo presionó para que se disculpara, pero él se negó. "Creo que lo que sucedió en 1989 fue imperdonable, y nunca lo olvidaré. Lo que pasó después fue… un teatro. Si quieres saber la verdad, nunca me disculpé con ese tipo. No quería hacer ningún trato con ellos; Ron (Dennis) y Honda me presionaron para llegar a un acuerdo. Y acepté, bajo ciertos términos. Firmé el papel y lo envié por fax." Y claro, está su histórica rivalidad con Alain Prost. Aunque su relación era tensa, esa competencia los llevó a ambos a sus límites. Senna entendía que los grandes rivales son necesarios porque nos empujan a ser mejores. Es un recordatorio de que la competencia, aunque difícil, es un motor poderoso para superarnos. Hoy, mientras el mundo parece alejarse de la experiencia de manejar, me apego a esa pasión. Manejar no es solo trasladarse de un lugar a otro; es un reflejo de cómo navegamos por la vida: con decisión, con un rumbo y, de vez en cuando, atreviéndonos a meter un poco más el acelerador. Ayrton Senna nos enseñó eso y mucho más. Él vivía para empujar los límites, pero siempre con un profundo respeto por los valores que lo definían.
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Soy Amadeo, un emprendedor de la vida, impulsado por lo social, amante de la adrenalina y papá de dos hijos. Me encantan los negocios, sobre todo los emprendimientos, pero lo que más me mueve es formar más capitanes, que como yo, puedan tener las oportunidades para ser feliz, soñar y dejar una huella.
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